La vida nos brinda siempre situaciones misteriosas; la luz ciega y la verdad inaccesible siempre nos asombra. Y es así como nos tienen -asombrados- los dos automóviles Opel Insignia que llevan un año aparcados y sin moverse enfrente de la fábrica de Coca-Cola.
La Voz de Galicia afirmaba la semana pasada que los dos coches estaban aparcados por una supuesta “falta de espacio” en las instalaciones de la fábrica y que se trataban de dos automóviles de sustitución que ya no se usaban. De hecho, tienen la ITV caducada, uno desde el 10 de julio de 2019 y el otro desde el 7 de septiembre del mismo año. Pero ninguna persona llegaría a pensar que la verdad es menos prosaica y más elaborada. Desde hoy, los hechos tienen una segunda versión, con testimonios e imágenes que así la corroboran. A partir de ahí, deberá ser el lector, con su lógica y astucia, el que elija cuál creer.


Un denunciante, que quiere seguir en el anonimato, fue el que contactó con nuestra redacción para esgrimir datos muy diferentes a los oficiales. “La historia es otra”, nos decía.
Todo comenzaba una fría mañana del pasado año, el 21 de enero del 2019. Un camión de la distribuidora luguesa Dislugo procedía a devolver un lote de mercancías que había comprado a Coca-Cola European Partners (antigua Begano), después de haber roto un contrato de más de tres décadas. El conductor llegó a la fábrica, después de haber visitado las instalaciones que Coca-Cola tiene en Betanzos, y aparcó en el mismo emplazamiento donde están situados, a día de hoy, los dos coches grises.
Como el mismo conductor confirmó a El Momento, “aparqué sin molestar a nadie, ni tampoco interrumpir actividad alguna”. El empleado procedió a hablar con el personal de seguridad de la fábrica, quienes le mandaron esperar hasta que realizasen unas llamadas y comprobaciones.
Después de cinco minutos, el jefe de distribución llamó al conductor de Dislugo negándole, “con un tono alto de voz”, la descarga. Antes estas expectativas y, en vista de su aptitud, el conductor le indicó que descargaría en la acera si no le dejaban hacerlo en las instalaciones. “Se lo tuvo que creer”, afirma el empleado, pues sin pensárselo dos veces, le comunicaron que podía volver a dirigirse a Betanzos para realizar la descarga. Pero esta odisea de kilómetros y llamadas no culmina aquí, según nos aseveran desde Dislugo, los gerentes de Coca-Cola eran conocedores de que quedaban más mercancías en la ciudad romana y, temiéndose la vuelta de más productos de Coca-Cola, colocaron los dos coches de sustitución para impedir la descarga de productos.


Así queda resuelto, de otra manera diferente a la oficial, el misterio de los coches grises. A día de hoy, los automóviles siguen en la misma posición en la que los dejaron hace doce meses.
Redacción.
