La pandemia del Covid – 19, que amenaza al mundo con una sementera de muerte y de mal, está revelando cuánto hay de autenticidad en la verdad del amor humano. Mientras tantos de nuestros vecinos están dando la vida en los servicios sanitarios y en otros imprescindibles para el bien común, hay otros que, a través de la hiperconexión, hacen suyo el peor y más duro estalinismo. Una justicia propia que juzga sumariamente sin conocer los pormenores, condenando sin juicio ni defensa.
Cualquier excusa es buena para el “acoso de balcón”: que alguien se pare a hablar con otro, que una persona tarde un poco más de la cuenta en volver a su casa o que no lleve bolsas de la compra. Los grupos vecinales de Cuatro Caminos se llenan de denuncias y fotografías de “presuntos delitos gravísimos”. La pandemia no solo ha dejado las calles desiertas, muertas en vida, sino que ha sumergido a muchos vecinos en una irritación generalizada.
Jose, vecino de Cuatro Caminos, cuenta lo siguiente: “increpáronme o sábado desde unha xanela cando sacaba as cadelas. Íamos a metros e metros de distancia, tiñamos botella para limpar e incluso facemos menos saídas. Unha veciña díxonos que non podiamos estar alí porque non era a nosa mazá”. El problema de la policía ciudadana, los guardianes de la paz y la justicia por cuenta propia, es que cree ver un enemigo del pueblo en un hombre que solo está sacando a los perros.

Las calles llenas de gente ya no son nada, apenas un decorado que miramos nostálgicos desde la ventana o el balcón de este confinamiento, casi como quien mira la infancia perdida en el tiempo. Apenas un recuerdo, difuminado por decenas de hospitales llenos y playas vacías. Pero no solo esto es lo que echamos de menos, parece que denunciar judíos o opositores, también. ¿Quién impide que estos vigilantes populares se pasen de la raya y acaben desarrollando el mismo tipo de acciones en contra de la legalidad que los individuos que persiguen? Es un papel fundamental de los medios, frenar a la STASI del Radio Patio.
Redacción.
