Durante cierto tiempo, el órgano de San Pedro de Mezonzo fue importante para el desarrollo de las misas. Creció junto al barrio cuando aún este no era un continuo paisaje de cemento y luz artificial. Anoche, cuando pensé en escribir esta entrevista, me asomé a ver con mis ojos la iglesia, que desde donde yo vivo se ve nítida y limpia. Y allí estaba, impasible y fiel. Detuve mi mirada en su puerta, volví a leer, como tantas veces había hecho ya, su dorada insignia: “Salve Regina”. Ahí donde se la ve, tan hermosa desde que nació como un gigante de dos torres hace más de 60 años, guarda en sus adentros un impresionante órgano que agonizó sin remedio más de dos décadas. Condenado a muerte por la falta de recursos, no ha sido hasta la llegada de Jorge Méndez que su pedales y tubos han vuelto a resonar.
Méndez es una de las pocas personas que conoce el viejo arte de la organería. Es compositor y asturiano, un conversador tan ameno como locuaz, que se explica con gran naturalidad. Con él reflexionamos sobre el patrimonio musical, la Iglesia, los órganos y por qué la sociedad de hoy, a pesar del consumo cultural, los ha olvidado.

La envidia, como una carcoma de virtudes, es uno de los pecados que mejor definen a España. Y como una niebla que lo envuelve todo, el viejo instrumento de iglesias y catedrales tampoco se salva. No son solo las termitas lo que roen a los viejos órganos, las continuas estafas, el desconocimiento y una mentalidad anticuada y reaccionaria, conforman y caracterizan el verdadero problema para este milenario artefacto. Hablamos con el hombre que ha restaurado más de 15 órganos y armonios en Coruña:
-¿Cómo describiría la situación actual de su oficio?
“Una de cal y una de arena, es un mundo con cosas buenas y malas. Tengo que convivir con la ignorancia y desconfianza de muchos párrocos, al no existir un título oficial, muchos sospechan de ti. Bien es cierto que la mayoría de ellos han sido estafados, les llegan a pedir arreglos más caros que el propio órgano. Por ejemplo, en Coruña ya no quedan organistas, los que había tienen 90 años”.
-¿Puede decirnos un recuerdo que tenga en nuestra ciudad?
“Los jesuitas me trataron muy bien. El sacerdote García de Dios me dijo que no quería morirse sin ver su órgano reparado. Valora la música y, en ese momento, me hizo sentir orgulloso”
-Háblenos de usted:
“Soy una persona que habla claro y dice lo que hay, eso me ha traído muchos problemas. Cuando vivía en Asturias, me cerraron muchas puertas por ello. Tengo más de 40 discos publicados pero ya he dejado de componer. Me han llegado a ofrecer conciertos en Bélgica y en Hungría, mientras que en España se olvidan de ti porque la música se ha convertido en una industria que funciona por negocio y comisiones, no hay educación cultural.”
-¿Cómo se enroló en esta aventura?
“Con 11 años comencé a estudiar órgano. Como no existía nadie que los pudiese reparar tuve que hacerlo yo, soy autodidacta. Es una titulación que no existe en España”.
-¿Cómo retrataría el mundo de la organería para aquellas personas que no lo conocen?
“Es un mundo complicado y lleno de envidias, me he sentido atacado por muchos compañeros. El principal riesgo de este oficio es eso, la falta de gente honrada. Hay muchas personas que se aprovecha y se lo cargan todo, mientras sigue habiendo cientos de órganos que han dejado de sonar y son patrimonio. También me he encontrado con personas que dejan de ir a tus conciertos porque relacionan al órgano con la religión.”
-El COVID-19 ha paralizado nuestras vidas, ¿la suya?
Me pilló trabajando en una iglesia de Trujillo (Extremadura), arreglando un órgano romántico como favor. Saqué hasta murciélagos de tubos y ratas de dentro. El Gobierno decidió que era peligroso que trabajase en una iglesia yo solo, así que cogí la moto y me volví a Oviedo.
– El sector de la música sufre, ¿no?
«Yo he dejado de componer porque en España no se cuida a sus artistas. De hecho, me escuchan más en China que aquí. Si la cultura es un 3,2% del PIB, ¿por qué no se promociona?. Estamos dominados por un complejo de inferioridad. En Galicia no sabéis lo que tenéis, vosotros cuidáis más a los artistas.»
Cada uno tiene su vanidad, y la vanidad de cada uno es su olvido de que en un pequeño rincón como Cuatro Caminos hay cientos de secretos escondidos. Volvimos a escuchar el órgano de San Pedro de Mezonzo gracias a Jórge Méndez, eternamente agradecidos a hombres como él.
Redacción.
