
El ataque de gaviotas a palomas ha pasado a ser un hecho común en las calles coruñesas. El último crimen constatado, que ya forma parte del paisaje de Cuatro Caminos, se fotografió hoy en las escaleras de Santa Lucía. Sin ningún tipo de pudor, con las alas amenazantes y en tono bélico, durante segundos estiró las tripas del pájaro muerto ante la atónita mirada de los vecinos.
Las gaviotas devoran palomas, las calles se han convertido en pequeños anfiteatros de naturaleza gladiatoria, escenarios de combates entre distintas aves. La gaviota, acusada de un crimen de homicidio o asesinato extremo, salió volando de forma impune. Las palomas se han convertido en presas habituales, un festín más suculento y nutritivo que los desperdicios humanos. Aunque su principal fuente de alimento son los peces que obtienen de los descartes de la flota pesquera.

El espectáculo de muerte, no frecuente pero sí regular, no tiene remedio. Las gaviotas o las palomas serán, quizás, los últimos animales que la especie humana consiga extinguir. Seguirán existiendo estas escenas de sangre y muerte, un documental sobre la naturaleza a ojos del viandante. La gaviota, desde luego, es un ave que ha dedicado toda su vida a hacer el mal. Nos despiertan por la mañana, nos ensucian los tejados y graznan sin parar.
Redacción.
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