

En exclusiva, EL MOMENTO ha hablado con ucranios y rusos que viven en la ciudad: «Hoy cerré mi tienda por lo que está pasando, me duele el corazón por la situación y no es fácil estar atendiendo con una sonrisa, necesito estar apoyando a amigos y familiares».
El espectáculo de la guerra ha abierto su telón. El horror ha empezado. La actuación del presidente ruso —tensa, rara, a menudo inapropiada— nunca ha tenido como meta llegar a ningún punto cercano a la paz. Y hoy, las sirenas han sonado por primera vez desde la II Guerra Mundial en la plaza de Maidán (Kiev). Y mientras los europeos se muestran divididos sobre cómo responder a las diversas formas de agresión rusa, desde las agencias no han parado de llegar fotos teñidas de sangre, mujeres y hombres que ven como su mundo se desvanece entre misiles y llantos de lucha.
Mañana recibiremos más imágenes de escenas apocalípticas, que poca justicia harán a la sensación que uno tiene cuando está allí, porque la tragedia es mayor y se palpa a cada paso bajo el rugir de las armas. Edificios que están en pie por la mañana habrán desaparecido por completo al día siguiente, una reducción a la nada a cámara lenta.
No es difícil suponer lo que los ucranianos que viven en la ciudad deben estar añorando en este momento: un día normal para sus hermanos. Yevhen Rubaniak, dueño de la tienda gastronómica de productos eslavos Gastrolavka (Castiñeiras de Abaixo) y ucraniano, ha tenido que cerrar su establecimiento hoy, abatido por la situación. «Yo mismo también soy un chico normal originario de Ucrania, y estoy preocupado con todo mi corazón», declaró para EL MOMENTO.
«Si esto puede ayudar a mi país quiero participar»
Fueron las primeras palabras que Alisa Proskura nos dijo cuando le pedimos hablar. Lleva cuatro años viviendo en Pontevedra y se dedica a crear joyas artesanales (@alisa.proskura). Su hermano, su madre y su abuela viven en Dnipró, en el centro de Ucrania. Su familia es mitad rusa y mitad ucraniana, «nunca llegaron a imaginar lo que hoy está sucediendo, por eso no están aquí, ahora ya no pueden volver».
Nos cuenta que ha hablado con ellos todo el día y que su ciudad fue atacada porque tienen instalaciones militares, «a las cinco de la mañana ellos y mis amigos pudieron escuchar el ruido de los misiles». Alisa se muestra abatida: «toda la gente está en pánico, ya no hay dinero en los cajeros y la gente compra comida y arroz para lo que viene». Lo que más teme es que los rusos ataquen el hospital de su ciudad, su madre es diabética y si algo pasa se quedará sin insulina.
«STOP WAR»
Forma parte de las consignas que llevan las fotos que más se repiten entre las redes sociales de los ucranianos. Pero esta vez quién la ha hecho suya es un tatuador ruso que tiene su estudio en la ciudad. No ha dudado en cuestionar el comportamiento de su país, pero, aún así, mientras esta foto lo convierte a él en un hombre sensato, Vladimir Putin considera que Ucrania no es un país ni un estado y por tanto debe ser devuelta al seno de Rusia. Зупинимо війну (paremos la guerra).
Redacción. / Iván .Alx.
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