
El artista que interpreta a Leymita, disgustado, mostró a través de su perfil la desesperación que siente cada vez que los niños, sin el control de los padres, se acercan a él para darle golpes en la cabeza.
Leymita pesa mucho -solo su cabeza alrededor de cuatro kilos-, y mide casi dos metros. Su cuello es como el de una vaca, sus patas se asemejan a las humanas y su comportamiento también. En vez de solomillo, falda o aguja, Leymita en su interior es una persona. En concreto, un artista que interpreta numerosos espectáculos de animación, desde talleres para niños pequeños a funciones con fuego.
«Doe moito escribir isto», comenzaba de esta forma la amarga reflexión. Lo que para él era un día más de trabajo terminó en un esguince cervical junto a continuos mareos, náuseas y visión borrosa. «Con catro kilos na cabeza un pequeno golpe é moi forte», terminaba diciendo. El artista sabe bien qué es ese sentimiento. Él, que ha vivido toda su vida encima de los escenarios y, con la mirada semejante a la de un niño mayor, siente que es algo que pasa en su profesión día a día. Desde niños que le tiran cosas hasta gente mayor que desprecia su trabajo.
Esta historia es paradoja de la vida misma: no sufre porque no se le ve sufriendo. Hasta en el más sencillo de los recreos, en cualquier patio de nuestra ciudad, el matón es el rey. Comprobamos como lo que de antemano parece una simple broma, más tarde puede convertirse en un suplicio, «algo que poder parecer gracioso e non o é».
Ivan A.
La viabilidad de este proyecto, en peligro

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