[CIUDAD]: Sin verdura fresca ni enfermería 24 horas en la residencia Concepción Arenal

Las trabajadoras del centro se encuentran desesperadas por la situación que viven. Denuncian que no han recibido ninguna respuesta por parte de la Administración y que protestar es la única vía para que su conciencia pueda quedarse tranquila. «Queremos que se sepa lo que pasa dentro, físicamente estamos al límite y moralmente no podemos más», cuenta una auxiliar del centro.


«Cuando viene un familiar de visita nos dicen que los dejemos aseados, que les lavemos los dientes y les pongamos la chaqueta, pero si no tienes familia que venga a protestar no tienes derechos», es la frases que una de las trabajadoras del centro Concepción Arenal relató para El Momento. Con una afabilidad que atrapa desde el primer instante, la trabajadora remarca que solo pretende que se sepa lo está sucediendo, tampoco se casa con ningún partido y quiere seguir luchando por lo que cree justo. Cuenta que la indignación ha unido, por primera vez, a todos los trabajadores. Todos expresan su solidaridad, todos quieren que esto termine y hasta viejos compañeros se unen a las protestas: «hemos puesto denuncias en la fiscalía, avisado a Inspección de Centros, Política Social… y una vez quemadas todas esas vías seguimos sin respuesta».

Es el tercer jueves consecutivo que las trabajadoras de la residencia pública Concepción Arenal deciden parar su jornada para protestar por las condiciones que tanto ellas como los residentes están sufriendo. Mientras se manifestaban, de forma paradójica, el presidente Alfonso Rueda anunciaba un nuevo plan «que atende as preferencias das persoas maiores», un nuevo modelo de «cohousing» que se aplica en los países nórdicos y que consiste en viviendas colaborativas. Aún así, las residencias públicas gallegas siguen sin llegar a «las condiciones mínimas». Es el caso de esta, que a pesar de contar con más de 40 residentes, no tiene una enfermería disponible las 24 horas y un médico localizable, tal y como lo exige la legislación. Las trabajadoras auxiliares, que carecen de la titulación necesaria, tienen que adoptar ese rol.

Esa misma situación también se extiende a otras áreas del centro, los residentes no comen ni pescado ni verdura fresca, y cuando «por horas liberadas faltó una cocinera», el centro no se encargó de cubrirla, «tuvimos que darles sardinas en lata y caldo para comer». Apunta que los trabajadores tienen que arrimar el hombro para que otros se enriquezcan, señalando a la empresa de servicios asistenciales Samaín, encargada de la gestión del centro desde el 1 de junio, cuando ganó la concesión. Pide que se hagan más inspecciones, que las familias puedan convivir con los residentes y que se les escuche. «Estamos a la desesperada, sabemos que nos estamos buscando problemas pero nos da igual. Si mañana me dicen finiquitas, por lo menos me voy con la conciencia tranquila».

Redacción.


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