[CIUDAD]: La increíble historia del polaco que no tiene con quien jugar a las damas

Imagen de Nicolás Carreira

Se llama Sebastian, nació y vivió en Polonia y ahora busca a alguien que le ayude a organizar un torneo de damas en «alguna biblioteca del centro». Ha colgado carteles por toda la ciudad, arrancando las hojas de una libreta y escribiendo su petición a mano. Por desgracia, el primero en llamar ha sido un periodista, pero esta es su historia.


Todo comienza durante la pandemia. Llegó a Coruña como turista y decidió quedarse en la ciudad, cambiando el mar Báltico por el Atlántico. Dada su pasión por las damas, lo primero que hizo tras su llegada fue buscar algún compañero que lo acompañase sentado delante de un tablero de cuadrados negros y blancos. Fue imposible. También es cierto que no habla español y el inglés le cuesta. Tanto es así que no puedo asegurar que Sebastian haya terminado de comprender la razón de mi llamada, «pero como puede sorprenderle mi anuncio, en mi país es lo normal», me espetó. Ante todo me disculpo, solo sé jugar al ajedrez y haberle ofrecido mi compañía habría sido inútil.

No tiene trabajo, tampoco lo encuentra por sus dificultades idiomáticas, pero eso no le ha hecho colgar sus hábitos. Sigue cultivando su pasión por las damas. Como él mismo reconoce, no es fácil encontrar a alguien y por eso resolvió que debía anunciar su entera predisposición a buscar amigos con los que jugar. Tanto es así que ofrece 50 euros al que le ayude, solo son necesarios dos requisitos: «la persona interesada debe poder hablar inglés y español». Los carteles se encuentran pegados a numerosas farolas y paredes de la ciudad.

«Me crié rodeado de familiares y amigos, supe muy pronto que a la vida tienes que sacarle provecho», me dice por teléfono. Al final, todos llevamos un Sebastian dentro, ¿cuándo no nos hemos encontrado solos para hacer algo? Su historia es un ejercicio de optimismo, y es que Sebastian ha encontrado algo por lo que vivir, ha puesto su juego favorito en el centro de su vida, a pesar de estar solo y a más de 3000 kilómetros de su casa. «Estoy seguro de que en los próximos días encontraré a alguien», concluye. Y tiene razón, yo también lo creo.

Ivan Alx.


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